(La siguiente entrada NO tiene como objetivo que mires esta película)
El cine ha evolucionado con la humanidad como una consecuencia propia de ser hecho por humanos y seguirá evolucionando a su par. No solo ha evolucionado en formas de hacerlo o de venderlo, sino en la forma de comunicar y en lo que comunica. La manera en que esta película cumple con eso que menciono me gustó mucho por distintas razones, pero creo que las principales son la cantidad de símbolos que se presentan y lo humana que es con el espectador.
La premisa es la siguiente: Una pareja que está a punto de tener una hija, tras el parto, la niña fallece por una insuficiencia respiratoria. A partir de allí la relación se va deteriorando a raíz de la postura con la cual cada uno asume la pérdida. De entrada, ya es una situación difícil la que se plantea el guion y los intérpretes manejan muy bien el hilo emocional de la historia dejando una sensación de que podía ser de otra forma, pero lo que ocurrió fue inevitable. El impacto que me generó los cambios que se fueron dando entre ellos me hicieron sentir muy triste, lo único que podía hacer era ofrecer mi lástima por dos víctimas de una situación terrible; y la partera, un daño colateral maravilloso utilizado para mostrarnos la grandeza de la sanación emocional y el deseo de ayudar genuino.
Vanessa Kirbi es tan delicada con sus expresiones que no puedo dejar de mirarla a los ojos. Probablemente reciba una nominación a mejor actriz principal, muy merecida, pero no podría decir con certeza hasta qué punto llegaría porque este año la competencia está dura. Aun así, su interpretación es destacada y sutil, emulando con precisión las emociones de una mujer que deja de vivir en vida. La escena del parto también está muy bien y ella es quien la monopoliza por completo, sufres al verla y desea poder ayudarla, consecuentemente, esta escena es vital para la película en general y me gusta porque te hace empatizar con la trama a penas dejas de escuchar la ambulancia. Prácticamente a los treinta minutos de película ya estás llorando y mucho del crédito es para esta actriz.
Por otro lado, Shia Labeouf luce muy correcto y está a la altura de cada una de las participaciones que tiene. No tengo ni idea de porque, aparentemente, la academia no valora a este intérprete tan dedicado, pero yo le aplaudo a este artista apasionado y comprometido, sobre todo en las escenas de vulnerabilidad como el llanto frente a la puerta, el sexo forzado o la resaca tras la fiesta, que me parece, alcanzó con notable personalidad en esta ocasión.
En otro ámbito, siempre me ha parecido muy interesante la simbología en el arte para expresar. Casi de forma inevitable se utilizan símbolos que forman parte del lenguaje y somos capaces de relacionarlos individualmente con muchas cosas, a tal punto, que lo que vemos veinte personas concebimos de manera diferente según nuestras experiencias y creencias previas. De igual forma, me parece distinto cuando, quien expresa, utiliza conscientemente símbolos originados en el lenguaje de una situación o unos personajes específicos para señalar aspectos importantes de la historia en la belleza de los detalles naturales y cotidianos.En otro ámbito, siempre me ha parecido muy interesante la simbología en el arte para expresar. Casi de forma inevitable se utilizan símbolos que forman parte del lenguaje y somos capaces de relacionarlos individualmente con muchas cosas, a tal punto, que lo que vemos veinte personas concebimos de manera diferente según nuestras experiencias y creencias previas. De igual forma, me parece distinto cuando, quien expresa, utiliza conscientemente símbolos originados en el lenguaje de una situación o unos personajes específicos para señalar aspectos importantes de la historia en la belleza de los detalles naturales y cotidianos. Yo creo que tanto la señora Kata Wéber (Guionista) y el señor Kornél Mundruzcó (Director) logran una complicidad interpretativa que dejan plasmada, cada uno en su rol, y resulta un producto muy atractivo para mis ojos.
Tenemos el puente en construcción, el clima, el esmalte de las uñas y las manzanas entre los elementos simbólicos que destaco y que me llenan mucho como público; porque siento que conecto con la historia en una línea distinta a la de los personajes y eso le agrega un peso dramático, por traducir o decodificar, a la narrativa común que fácilmente podría ajustarse a esta trama. Si no es así, entonces cómo explicar esa toma del juramento de Martha dándonos la espalda y mostrando sus uñas sin esmalte luego de haberlas capturado en paralelo con todo lo que ha pasado, justo cuando está a punto de llegar a su momento de trascendencia. Es hermoso percibir esos detalles con ojos curiosos; porque la complicidad pasa a ser con las personas que no vemos, como mencionaba anteriormente, el director y la escritora, y allí, el diálogo es con ellos.
En una concepción distinta, se encuentra la humanidad que rodea por completo la película y el dolor que abunda en cada una de las escenas posteriores al parto. Los conflictos son insignificancias que, como sanguijuelas, se escabullen en lugares que no vemos a simple vista y van succionando la sangre poco a poco hasta el punto en que comienzas a tambalearte, la vista se te nubla y actúas guiado por el instinto de supervivencia emocional . Es muy duro ver como todo se va deteriorando y fabuloso sentir la verdad en la mirada de Martha y su madre en esos monólogos en los que “solo hablan”. Gracias.
En conclusión, somos testigos de una fragilidad emocional muy fuerte desencadenada por un trágico, pero necesario, capricho de la naturaleza, porque así es como Martha reconoce al final que “su hija no murió para esto” y entonces, te das cuenta de que todo este martirio se trata de los padres y su proceso humano. Por esta razón me cuestionaba el protagonismo completo del personaje femenino porque resulta muy interesante y doloroso el proceso del personaje masculino, que tiene la sensación de ser más secundario, y efectivamente, ya que el contraste se encuentra en el momento de la sanación y en reconocer que hay cosas que escapan de nuestras manos, pero al final aparecen para generar un crecimiento interior que luego nos permiten germinar, si hace falta, dentro de la nevera.
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