(La siguiente entrada NO tiene como objetivo motivarte a ir al teatro)
El motor de Rómulo Gallegos llega rodando con firmeza al escenario del Teatro Nacional. Somos espectadores del trabajo en conjunto, el esfuerzo y nos confrontamos con la realidad que nos señala el pegujal. ¿Tenemos los mismos problemas sociales que hace cien años? Da la ligera impresión.
Primero es muy importante tener presente el rol cultural que cumple el motor de Rómulo Gallegos en nuestra comuna. Este texto, escrito a principios del siglo XX tiene una maestría estructural a nivel dramatúrgico comparable con "La casa de Bernarda Alba", "Casa de Muñecas" o "Chuo Gil y las Tejedoras". Al mismo tiempo, comparte una responsabilidad equiparable con las anteriormente mencionadas cuando hablamos de llevarlas a escena. Se trata de una insignia del arte escénico venezolano que debe mantenerse, bajo cualquier circunstancia, adherida a nuestro pecho. Debemos siempre colocarla por lo alto. Expone uno de los problemas más profundos que presenta nuestra idiosincrasia con una atmósfera sainetesca y sencilla que conmueve las almas con aspereza. Todo mientras mantengas la atención durante las dos horas que propone Rómulo Gallegos para recibir la clase.
En esta ocasión nos sentimos muy agradecidos por el hallazgo que representa un trabajo bien hecho en líneas generales.
Primeramente la obra posee un buen ritmo a pesar de su duración. No parece una tarea imposible prestar atención hasta el final, siempre y cuando el ritmo se mantenga. Allí mismo es donde podría recostarse el mayor problema que presenta el montaje; si el tiempo rítmico del actor no se encuentra afinado ni conectado con el de los compañeros, puedo convertirse fácilmente en una situación tediosa. Apegados a esa idea, tenemos un paleta de actuaciones muy variada en la que resaltan algunos talentos y habilidades que afortunadamente conviven como una armonía escénica muy contagiosa. Da la sensación de que todos están en el mismo lugar y manejan un lenguaje similar. Eso se aplaude y se agradece. De igual manera, el punto de apoyo mas importante en esta comunidad se nota un poco tambaleante cuando requiere una gran firmeza para funcionar como eje central de la maquinaria. Existe la posibilidad de predisposición de los actores por la larga duración del montaje y la cantidad de parlamentos que tiene para con la velocidad en la que se dice todo esto, no ha de apurarse innecesariamente el avance de la obra, los humanos deben respirar cómodamente y esperar que el teatro y la vida misma cumplan con el fenómeno. El principal aliado de este trabajo puede ser lo efímero del teatro, esa sensación de que todo está ocurriendo ahora mismo es muy importante para la sinergia y fluidez de dos horas de compromiso y entrega.
Vemos también una propuesta de dirección adecuada para muchos puntos y difusa en algunos otros. En momentos da la sensación de haber un ahogo en el espacio de los personajes. Esto puede estar ligado a decisiones de la puestista y una delimitación impuesta del espacio. Esto no está mal del todo. El problema aparece cuando los actores que no se encuentran adecuados a la pauta expresan códigos corporales que puedan delatarlo. Aún así, las intenciones son muy buenas; cuando se logra el objetivo aparece una magia teatral entre mutis y mutis, crece una expectativa solo por saber que le dirá este personaje a este y que ocurrirá cuando el otro se cruce con el otro. La compresión del escrito está clara y se nota bien ejecutada.
Hay una trabajo descomunal con respecto a lo que se ve en el escenario. La escenografía, los elementos, el vestuario. Todo mantiene una estética realista y cálida. Se refleja el calor de la zona y la sensación de sudor constante. El Pegujal vive.
La iluminación pretende sencillez y un cabizbajo camuflado, se trata de una protagonista encapuchada que no desea entrometerse demasiado en la atención del público y se dedica a contornear bien el espacio, el fondo y las ideas fuera de lo común.
En líneas finales el motor es un gran texto, un gran desafío y un gran compromiso. En esta ocasión bien adquirido y enfrentado. En HdA nos emociona, por encima de todo lo demás, la abundancia de juventud que rodea todo este trabajo. Además, el interés por rescatar y la sensación de salvación que avecina el resultado. Pronto comenzará una nueva temporada del micro-teatro en nuestra ciudad y las apuestas por esta clase de emprendimientos probablemente vuelvan a escasear. Una lástima porque se siente la resurrección de nuestra vida teatral y todo eso conlleva un gran esfuerzo. Montajes como el motor, (que además de entereza visual, confronta y reflexiona sorpresivamente sobre los mismos problemas de ayer que lucen tan similares a los de hoy justamente porque son los mismos) están en peligro de ser desplazados por la fama y la inmediatez. Gracias por hacer una apuesta en crear alas conociendo el riesgo de la caída.