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Recomendaciones: "10 minutos" Ganadora del premio Apacuana

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viernes, 19 de marzo de 2021

Recomendaciones: "Ubu A las puertas del cielo"

 (La siguiente entrada NO tiene como objetivo motivarte a ir al teatro)

La fundación Rajatabla celebra sus 50 años de aniversario con la obra "Ubu, a las puertas del cielo", adaptación de la obra francesa "Todo Ubu" de Alfred Jarry. El resultado es satisfactorio en líneas generales, aunque, existen ciertos aspectos menores que la distancian de cumplir con todas las expectativas, al menos en su primer fin de semana.


Primero que nada, es un montaje bien estructurado escénicamente, un texto lleno de símbolos y con creatividad lingüística para resolver las situaciones que presenta la trama. Todo un reto para quien dirige. 

La historia que se desarrolla motiva al espectador a querer saber que viene, aunque tengamos que esperar unos quince minutos aproximadamente para vislumbrar hacia donde vamos. Sin embargo, desde el inicio se genera un entendimiento con la circunstancia que se plantea por la buena conexión entre los actores de la primera escena. Después tenemos el sueño del padre Ubu, que es probablemente la escena más difícil para nosotros como espectadores. Vimos la obra dos veces y en ambas ocasiones tuvimos cierto desvinculo o desconexión con los códigos que se plantean en esta secuencia, por alguna razón, relacionado con el lenguaje,  separarse de lo que está ocurriendo y de lo hablado es fácil y pasamos a prestar atención a otras cosas de menor importancia, esto hace que consecuentemente se pierda el hilo de la historia, aunque afortunadamente lo recuperamos cuando ya por fin los personajes nos dibujan un poco de lo que ocurrió antes y lo que hará  ahora.

Fuera de este episodio de confusión narrativo, con el que nos topamos en ambas ocasiones, la trama se maneja bien y todo es perfectamente entendible. Aparece un personaje maravilloso que juega el rol de la conciencia del padre Ubu y su carga simbólica nos dejó enamorados por completo, además, la interpretación de Luis Vicente es adecuada para hacer pasar desapercibido el gran peso crítico que este personaje posee. Esto lo vemos como un logro.

La madre Ubu esta compartida entre funciones por María Tellis y Sandra Moncada; en ambas oportunidades vimos a María y su trabajo es gratamente satisfactorio. Nos gustó mucho como maneja el ritmo de su propio tempo corporal, el mas "lento" de todos, y forma parte del conjunto con una fluidez propia del personaje. También nos ha parecido encantadora su voz y su forma de pronunciar, a pesar de tener las erres de "mierdra" intercaladas casi siempre, se le entiende perfectamente todo lo que dice. Lo único que nunca comprendimos es porqué llevaba aquel micrófono, para nuestros oídos y principalmente para nuestros ojos, innecesario.

Los palotines, con una energía muy similar, complementan toda la obra y la decoran con muchos momentos graciosos. Entregan el foco con determinación y cuando les pertenece lo comparten equitativamente; dan la sensación de ser dos en uno, o la contraparte del otro. Ocurre que, a medida que avanza la obra, van perdiendo protagonismo y notoriedad para entregarla a los demás personajes, por lo tanto, diríamos que cumplen bien con su rol. Aun así, es muy evidente cuanto se disfrutan la primera escena en comparación con las demás y por supuesto, los bailes.

La parte musical resulta atractiva desde el primer momento. Toda la mezcla de sonido está interesante, adecuada, adaptada e interpretada correctamente y la diferencia entre melodías o canciones no nos molestan en lo absoluto, forman un conjunto dividido en episodios específicos que se separan de los otros y los vuelven únicos en identidad. Además, la usan como un recurso no solo para cantar y bailar sino para involucrarse en el diálogo como un nuevo personaje, cosa que funciona muy bien en la comedia y levanta las risas con facilidad.

Tenemos a Antonio Delli como el padre Ubu en una interpretación muy disfrutable. No solo nosotros lo disfrutamos, él también juega de aquí para allá y hace lo que quiere, es interesante mirarlo y su cambio corporal, apoyado en ligeros elementos, lo hacen ver muy distinto, como si su cuerpo hubiera sufrido una gran metamorfosis. Realmente es un trabajo corporal muy bien logrado en el que obviamente se incluye su gran voz que resalta en varias ocasiones sobre las demás. Salvo la escena del sueño en la que ocurre algo misterioso, en HdA gozamos al verlo disfrutar hablar y moverse con libertad.



La creación escenográfica es interesante. Genera una estética única que funciona muy bien para la obra. Aún así me viene a la cabeza que menos es más en ocasiones, lo que no ayuda mas bien estorba. Comprendemos el simbolismo de las maletas y la importancia que existe sobre ellas, pero no veo la razón por la cual había tantas. Reducen el espacio de los actores innecesariamente y rozan el límite de la sobrecarga. Igualmente la máquina de humo, es un elemento aprovechable que genera un efecto que siempre se agradece, pero para este montaje si no estaba, daba igual.

Otra cosa que me pareció curiosa fue la iluminación. No estoy al tanto de las posibilidades que tenga la sala Rajatabla en este momento pero no recuerdo un momento destacado iluminado con una personalidad distinta. Tal vez no hacía falta, porque la luz amarilla agrupa todo en conjunto y nos hace percibir todo como uno solo, pero es solo una opinión extra.

Para finalizar puedo decir que me gusta mucho lo que logra Marisol Martínez en las piezas que dirige. En esta ocasión parece haberle dado cierto nivel de libertad a los actores. Igualmente, la obra tiene su esencia sostenida y la sala Rajatabla siempre es un buen complemento para hacerla brillar. Gracias por los nuevos cargos de ministro otorgados y gracias por traer al escenario venezolano una adaptación grandiosa de esta obra tan adecuada para los tiempos de “mierdra” que vivimos.

miércoles, 17 de marzo de 2021

Recomendaciones: Érase una vez en Venezuela.

 

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Estamos mal acostumbrados, en Venezuela, a ignorar el cine venezolano. Me consigo afortunadamente con una película muy importante para la historia de nuestro y país, ardua de filmar por un período de cinco años, como opera prima de un talento valioso y abundante de símbolos de dolor y esperanza.


Érase una vez en Venezuela, Congo Mirador, es una película semi-documental sobre una minoría venezolana, que con su situación y su estilo de vida refleja a todo nuestro país en una menor escala. Somos espectadores de la forma de vida de un pequeño pueblo a las orillas del Lago de Maracaibo que está siendo asediado por un bote de petróleo que contamina sus aguas y una sedimentación que los obliga a emigrar hacia otro lugar antes que sea demasiado tarde. Esta situación la miramos a las espaldas de tres figuras principales con posturas distintas; Tamara, una líder comunal socialista que apoya al gobierno y saca provecho de los beneficios que esto le brinda, la maestra, una joven partidaria de la oposición, incrédula de lo que dicen los políticos y rebelde al liderazgo que intenta oprimirla, , y una niña que no tiene nada que ver con lo anterior, netamente una víctima, el peor daño colateral y nuestra única esperanza.

Me agrada mucho que este trabajo es una muestra desbordada de pasión y compromiso con el arte nacional. En otros tiempos, con mucho orgullo esta película sería el pan de cada día de nuestros canales nacionales, eso proporcionaría una nutrición cultural importante, mínimo, a las personas que suelen procrastinar mucho con la televisión . Sino, vayan al cine a mirarla porque vale el esfuerzo por completo este semi-documental. En primera instancia, me sentí un poco predispuesto con el hecho de que era estilo documental, pero apenas se muestra el conflicto es inevitable sentir interés, y, a medida que avanza el filme, sentir frustración, vergüenza, dolor, sentido de pertenencia o esperanza . Eso me fascina y lo aplaudo de pie. En esas sensaciones identifico mi procedencia y me aferro a ella para defender que el lenguaje de esta película nos habla de una realidad que existe justo afuera de la sala de cine. Al mismo tiempo tiene un alcance global muy importante porque es como decirle al mundo “Mira lo que pasa en mi país… literal y figurativamente”.

La cantidad de símbolos que maneja la dirección son una delicia, las casas flotantes, el sedimento, los animales muertos, las consecuencias del petróleo, la escuela, la maleza, el ganado. Siéntate a identificar los mensajes subliminales atrapados en las normalidades de lo cotidiano y te darás cuenta de miles de cosas que, como venezolanos, nos llama constantemente a reflexionar. 


Además de todas estas cosas mencionadas anteriormente, tenemos cerca del final del filme la reunión de Tamara con el gobernador; el momento en que nos topamos con el núcleo de nuestro problema en su estado mas bruto y lloramos como unos inocentes, o unos culpables, que cada vez más pueden hacer por sanar la situación. Esta escena final me abrió los ojos nuevamente a que nuestro problema no se trata de algo de Venezuela, o por los venezolanos, o por los latinoamericanos, es una situación de humanos, que se repite y se repite en nuestra historia porque no tenemos tiempo para leer sobre ella y tenemos mucho interés por destacar en el hoy, y mucho menos interés en sacrificarnos por el mañana. 

De igual forma no se preocupen, vayan a ver "Érase una vez en Venezuela, Congo mirador" y compartan lo que allí han aprendido, solo ese pequeño esfuerzo, puede marcar una gran diferencia en nuestro futuro.