(La siguiente entrada
NO tiene como intención motivarte a ir al teatro)
La obra ganadora del Premio
Apacuana de Dramaturgia 2019, presentada en ningún lugar, en ningún momento y
por nadie, hasta los momentos, es un texto sumamente interesante por varias
razones que serán discutidas en esta entrada. Cuenta con una puesta en escena
bien ajustada a las exigencias que plantean las letras y unas interpretaciones
equilibradas por el elenco que muestran su temple en la mayor parte de la
representación con algunas excepciones positivas o por mejorar. Ya hablaremos
de ello.
Probablemente es el texto como
obra artística lo que más valor tiene a los ojos de este servidor. Esto se debe
a dos razones principales:
La primera de ellas es la visión global que
tiene Rafael García Hernández con un escrito que pretende comunicar, no solo al
distanciado público venezolano, también a una sección muy amplia de nuestra
sociedad en general; este texto teatral puede ser llevado a escena en cualquier
parte del mundo y el lenguaje se mantiene versátil para cualquier director que
desee transmitir el mensaje. Aspecto sumamente importante, no solo porque esta
clase de teatro enriquece la cultura en general, sino porque promueve nuestra
propia cultura a otros países como un activo valioso para aquellos que deseen
compartir una interesante percepción de la vida y la muerte. La obra presenta un interesante contraste entre los dos clientes que vemos en esta ocasión. Existe
una irónica diferencia circunstancial entre dos personas que aparentemente comparten la
misma circunstancia. Paréntesis para ese pequeño guiño con el sacerdote. Me ha
parecido de lo más acertado en cuanto a la estructura dramática. Grandioso.
La segunda razón es la intención del
dramaturgo por presentar un lugar nuevo que funcione como túnel para comunicar
la idea que se pretende exponer. Tomando elementos variados, García nos plantea
esta nueva empresa dedicada a darles muerte a todas las personas que ya no
soporten vivir y que por supuesto, tengan el dinero para pagar la cuota que la
empresa exige, además de cumplir con algunas exigencias. Mostrar esta idea al público, lograr que la
digiera y luego comunicar todas las intenciones a través de ella es la parte
más difícil de todas y en este caso, la responsabilidad pasa a ser de los otros
miembros del equipo.
Tomando en cuenta lo mencionado
anteriormente, los principales responsables de que esto llegue con total
claridad al espectador son los actores. Ahora nos topamos con algunas
complicaciones. Esta pieza la miré dos veces antes de escribir esta entrada con
la intención de estar seguro de varios aspectos que, con una sola presentación,
me quedaron difusos. Sin embargo, esto no quiere decir que no haya comprendido
por completo lo que se planteaba la primera vez que la presencié, solo que este
suele ser el dilema cuando la pieza presenta nuevos conceptos. Si todos los
miembros del equipo no priorizan enfatizar sobre los nuevos conceptos el
público puede perderse. Es en este punto donde agradezco profundamente la
participación de los veteranos.
El maestro Ludwig Pineda ha
estado sensacional, enérgico, enfocado y sobretodo comprometido con todo su
cuerpo. Me llevo de su interpretación grandes momentos de espontaneidad y una
clase de profesionalismo, ya que, el nivel no desciende entre funciones.
La primera actriz María Brito ha
estado bien plantada en la primera función y ha superado su propio trabajo en
la segunda. Desgarrada. Además el texto de su personaje me parece de
los más puntuales y valiosos de toda la pieza.
Por otra parte está el primer
actor Trino Rojas que interpreta a los personajes más graciosos de la pieza, que
al mismo tiempo, me han parecido los más simbólicos; especialmente el padre me
ha llegado mucho y he disfrutado bastante verlo sentir en las dos ocasiones. Tengamos claro que esta es una opinión muy personal.
León, en el rol de la prostituta,
me da esperanzas de vivir y además, esperanzas de que el teatro venezolano estará
en buenas manos y pies. El texto de este personaje es también bastante nutritivo y simbólico,
guiño para García nuevamente.
Por último me ha dado la
sensación de que Churion es quien, a mi parecer, se sentía menos cómodo en el
escenario, pensé por momentos que se explicaba con la participación de un día pero la realidad es
otra. Ha de tratarse de un momento importante de crecimiento en su proceso que
me hace desear verlo en otra ocasión, con otro equipo, con otro texto y
degustar con mayor amplitud su talento.
La puesta es compleja, Luis Vicente ha hecho un buen trabajo en comprenderla. Salvo algunos detalles del inicio que
atentan contra esta intención de presentar al público nuevos conceptos, el manejo
de la escena esta adecuado por completo.
Por ultimo he quedado extasiado
con la música. Que hermosa. Además de
funcionar para generar y compactar la estética de toda la obra, crea un
toque de misterio y confusión con la acción. Gracias por eso.
Por supuesto, lo anteriormente
expresado carece de relevancia cuando miramos con orgullo una pieza de teatro
venezolano, representada por venezolanos y aplaudida por estos. Eso es lo más importante,
a excepción de las personas importantes. “No hay nada más importante que las
personas importantes”.